15 Nov Los observatorios “iglús” del Coll de Balaguer
Las importantes fortificaciones republicanas que se construyeron durante la Guerra Civil española en el término municipal de Vandellòs i l’Hospitalet de l’Infant, están situadas en el Coll de Balaguer, formando parte de la Cordillera Prelitoral catalana. Estos restos se encuentran acotadas por el río Llastres al Este, por el Barranco del Cabo del Término al Oeste, por el Mar Mediterráneo en el Sur y la Cordillera Prelitoral al Norte. Aunque sólo tiene 155 metros de altura, el Coll de Balaguer siempre ha sido un paso tortuoso, de un alto valor estratégico.
Durante la Guerra Civil, el Coll de Balaguer (lugar por donde pasaba la carretera de Valencia a Barcelona), no pasó desapercibido para las autoridades militares republicanas, que fortificaron el lugar para vigilar la costa; y posteriormente, a partir de abril de 1938, se construyeron todo un conjunto de elementos con el objetivo de crear una barrera defensiva, convirtiéndose en el Coll de Balaguer en un paraje infranqueable. Estas defensas por lo tanto, se enmarcan dentro de la línea defensiva conocida como L-2, considerada como el Cinturón de Hierro de Cataluña, ya que se trataba de una gran obra de ingeniería militar que iba desde Tarragona hasta la Seu d’Urgell, encontrándose como puntos más fortificados zonas del Priorat, Artesa de Segre y sobre todo, el canal de Urgell. Precisamente y debido al especial valor estratégico del Coll de Balaguer, también es proyectó un ramal que enlazaba con la segunda línea por el Coll de la Teixeta, Puebla de Granadella y Ciutadilla. Hay que decir que estas fortificaciones fueron construidas por prisioneros del bando rebelde que formaban parte del campo de prisioneros nº2 de l’Hospitalet de l’Infant.
A lo largo de los diferentes meses que se realizaron los trabajos de fortificación, se construyeron todo un conjunto de elementos donde destacaron sobre todo los nidos de ametralladoras y las trincheras, pero también se construyeron todo tipo de elementos de carácter defensivo como parapetos, observatorios, polvorines, refugios, depósitos de agua o incluso pistas y caminos, entre otros.
Situación de los nidos de ametralladoras y observatorios en el Coll de Balaguer
Entre todas las fortificaciones construidas en el Coll de Balaguer los observatorios llamados iglús eran las estructuras más peculiares y misteriosas del complejo defensivo del Coll de Balaguer. Es un error común englobar estas estructuras en los nidos de ametralladora o fusil ametrallador por su forma y la presencia del aspillera frontal. Los comúnmente denominados iglús eran construcciones de hormigón que presentaban moldes de fibrocemento (uralita) dispuestos de forma cilíndrica con base circular y coronación semiesférica, lo que permitía deducir que eran elementos prefabricados con un diseño previo; por tanto, venían en serie de fábrica y únicamente se habían de montar y cubrir de hormigón en el lugar donde se querían emplazar.
Los iglús eran estructuras para una sola persona debido a sus reducidas dimensiones: 160 o 170 cm de altura en el punto más alto y un diámetro aproximado de 150 cm. Su estructura presentaba tres aperturas: una entrada de poco más de 120 cm, una reducida aspillera situada a 120 cm de altura y una chimenea en el centro de la cúpula. Las reducidas dimensiones de los iglús los hacían prácticamente inviables para el tiro desde su interior, ya que estas estructuras estaban destinadas a tareas de observación y dirección de tiro de piezas de artillería.
Antiguamente, la mayor parte de piezas de artillería, sobre todo las piezas de artillería indirecta como los morteros, necesitaban la presencia de un observador que permitiera dirigir y corregir el fuego de estas piezas sin estar expuesto al fuego enemigo.
Actualmente sólo quedan siete iglús en el Coll de Balaguer como consecuencia de la gran transformación que ha sufrido el territorio. Los dos primeros estan situados en el Barranco de les Forques, en perfecto estado de conservación; dos más se encuentran en el Collet del Vent, uno en una propiedad privada y el otro con la entrada tapada por tierra; y los últimos tres están en la zona de la Bassa Nova y Cala Justell. Precisamente el que se encuentra en esta última zona, ubicado junto al mar, es un caso singular, ya que es el único que mira en dirección al mar. Su función era indicar el tiro a la posición de artillería más próxima para batir la playa de la misma cala. Este observatorio, además, tendría otra función, dado que protegía el final de la última línea de defensa terrestre, la zona donde llegaba al mar. De hecho, estaba pensado para si el nido de ametralladoras del puente de los Dos Ulls cayera en manos enemigas, el puente no pudiera ser volado y el enemigo tuviera acceso a Cala Justell. Entonces, podría atacar la zona del observatorio, acceder por la misma cala hacia el talud del tren y en la trinchera de la misma vía férrea, tener acceso directo a la zona del Illot del Torn y conseguir pasar el Coll de Balaguer. La posición de artillería con el observatorio iglú conseguía proteger esta zona y evitar que la infantería enemiga tuviera vía libre para atravesar el Coll de Balaguer por su punto más débil, la trinchera excavada en la roca de la vía del tren.
Hay que añadir, más bien como anécdota, que la negrura que tiene actualmente el cemento de los observatorios deriva del paso del tiempo, los líquenes y otros elementos naturales como la lluvia, la humedad y la misma naturaleza, lo que hace que hoy en día pasen casi desapercibidos. En cambio, en 1938, una vez acabados de construir, su color era el de cemento reciente, un gris muy claro, y, por tanto, necesitaban un buen enmascaramiento en aquel paraje. Los soldados republicanos por su banda, se las tenían que ingeniar para camuflar los observatorios con elementos diversos, con el objetivo de ocultarlos.