Relato de un brigadista de la toma de Quinto (Zaragoza)

Relato de un brigadista de la toma de Quinto (Zaragoza)

El siguiente texto es el relato personal de Carl Bradley, brigadista del Batallón Lincoln que participó en la toma de Quinto llevada a cabo por el Ejército Republicano entre el 24 y el 26 de agosto de 1937.

La fuente original del relato procede del archivo ruso RGASPI, y aquí hemos querido plasmarlo tal cuál, sin añadir ni modificar nada, para que el lector pueda apreciar el texto tal cual.

Respecto a las imágenes, proceden de diferentes fuentes, pero están todas ellas agrupadas en la web: https://www.quintodeebro.com/historia/

 

QUINTO

Contada por Carl Bradley del Batallón Lincoln-Washington

Dejamos los camiones a espalda de una alta colina, prominente porque estaba como una gran mole, sobre la espalda desnuda. EL terreno estaba liso y llano como un desierto, Los escalones habían sido cortados en el monte y conducían a los abrigos subterráneos más arriba. Muchas piezas de artillería estaban cerca del pie de la cuesta. A unos 3 km en frente de nosotros se extendía nuestro objetivo, Quinto,

Apenas habíamos terminado nuestro desayuno, nuestras baterías abrieron fuego. Luego vimos a nuestra aviación descargar su peso sobre las líneas enemigas. Se levantaron nubes de humo en el cielo; la orden de juntarse se dio. Los tanques salieron, volando las fortificaciones enemigas y saltando sobre ellas; nosotros seguimos a los tanques. Los fascistas se replegaron en la ciudad y nosotros les seguimos y tomamos las trincheras en las afueras de la ciudad. Los tanques siguieron al enemigo hasta dentro de la población, tirando sobre las casa que estaban fortificadas y destruyendo nidos de ametralladoras. La mayoría de los fascistas se refugiaron en la iglesia, que es estaba situada en una colina que dominaba todo el paisaje.

Panorámica de Quinto desde la Iglesia

Panorámica de Quinto desde la Iglesia

 

Entre tanto, nuestro Batallón había llegado al cementerio, en las faldas de la población. La noche se aproximaba rápidamente. Uno de nuestros tanques tocó en un depósito de municiones, y las bombas y granadas estuvieron explotando toda la noche como si fueran fuegos artificiales.

Esa tarde fue traído un cañón para cubrir la cota mientras preparábamos nuestras ametralladoras en los puntos estratégicos. La Compañía de Ametralladoras era mandada por Emanuel Lanzer; Nick Pappas era ayudante y Ruby Ryant el Comisario de la Compañía. La compañía se mantuvo alerta para el caso de que los fascistas se dispusieran hacer un contraataque, a favor de la noche.

En la mañana siguiente recibimos órdenes de entrar en la ciudad y limpiar la iglesia y las casas en que los fascistas se hacían fuertes. Fijamos las bayonetas y tomando tres bombas cada uno avanzamos hacia las casas. La ciudad hervía de metralla. Las ametralladoras de la iglesia y de otras posiciones principales, enviaban a las patrullas que avanzaban un fuego de muerte. Nuestra artillería y ametralladoras, a su vez cargaron sobre la iglesia mientras que nosotros entrábamos en la ciudad. Cuando nuestra Sección llegó a la primera calle, nos dividimos en grupos. Nuestro grupo tomó una escalinata que conducía a la iglesia.

Vista de la Iglesia

Vista de la Iglesia

 

Éramos cinco en nuestro grupo cuando empezamos, pero al llegar a la primera calle el Comisario Steve Nelson se unió a nosotros, pistola en mano, alerta, con la sonrisa de siempre en la cara. Examinábamos cada casa cuidadosamente, llamando a la puerta y chillando por si había alguien dentro. Si no había contestación rompíamos la puerta con una viga que a prevención llevábamos y echábamos dentro un par de granadas de mano para asegurarnos. Dos hombres entraron en una casa sin esta precaución y salieron minutos después bayonetados.

Nuestro grupo trabajaba los dos lados de la calle al mismo tiempo. Los hombres de un lado vigilaban cuidadosamente las ventanas del otro lado de la calle, acechando el tiroteo. En algunos casos tuvimos que tirar contra la puerta antes de que pudiéramos entrar en la casa. Al poco tiempo la ciudad era nuestra con excepción de la iglesia.

Tropas republicanas en Quinto

Tropas republicanas en Quinto

 

La población civil contestaba enseguida a nuestra llamada y salía muy pronto de sus escondites; mujeres, niños y viejos, todos aterrorizados de las experiencias anteriores. Tardaban mucho rato antes de comprender que estaban entre amigos. Les dimos café, alimentos, agua, y pronto se pusieron hablar excitadamente, describiendo todas las miserias que los fascistas les imponían.

Cuando llegamos a la segunda casa en la calle, gritamos “Venga aquí! Y oímos voces apagadas que contestaban. Se oyó la voz de una mujer, y sus sollozos. Llamamos a un camarada español para que le hablase y un minuto o dos más tarde salía una mujer como de 35 años y tres niños pequeños, todos llorando que nos partían el corazón. Cuando vieron nuestra manera tranquilizadora, la mujer echó los brazos al cuello de Sid Bassim y le besó con gratitud, mientras los niños de agarraban a nuestras piernas en agradecimiento y protección. Los acariciábamos con mimo las cabecitas, y nos preparábamos para mandarlos a sitio seguro bajo escolta, cuando sin darnos cuenta nos habíamos descubierto de la protección de los muros, y estábamos en medio de la calle.

De pronto una ametralladora en la calle abrió fuego, esparciendo balas todo alrededor. Retrocedimos hasta la esquina de la calle. Pudimos llevarnos a la mujer y un niño a seguridad con nosotros; pero los otros dos, presa de terror, volvieron dentro de la casa. Harry Rubin, menos afortunado cayó herido de una bala en la cadera.

Después de recoger a Harry, lo que hicimos muy cautelosamente, volvimos a la casa a buscar a los niños, pero no hubo manera de sacarlos de allí. Fue necesario traer a la madre para sacarlos de la casa. Era terrible el ver criaturas tan pequeñas poseídas de tal terror y sentíamos un nudo en la garganta al verles marchar hacia la seguridad.

Evacuación de civiles

Evacuación de civiles

Tropas republicanas en Quinto

Tropas republicanas en Quinto

Tropas republicanas en Quinto

Tropas republicanas en Quinto

 

Conquistábamos nuestro camino a Quinto casa por casa, y uno de nuestros camaradas fue tocado en la pierna y la bala le rompió el hueso. Cayó al suelo e hizo débiles esfuerzos por levantarse y se arrastró hasta ponerse a salvo de las balas que venían de la iglesia y de las casas que se desplomaban a su alrededor. William Frame, sanitario, le vio su empeño. El y dos voluntarios corrieron en su ayuda y desafiando, el peligro lo condujeron a lugar seguro.

Otro de los edificios fortificado por un muro de tres pies de espesor y una ametralladora en cada ventana, era la posición de mando. Los fascistas hacían tal fuego que era imposible tomarlo hasta que todo no fuera barrido. Fueron llamados diez voluntarios que inmediatamente dieron un paso adelante. El grupo era mandado por Carl Bradley, el que escribe esta historia. Nos armamos con botellas de nitroglicerina y tomamos posiciones a unos 8 metros de la casa fortificada. Nos escondimos y esperamos que la artillería descargase sobre todo el edificio para evitar que los fascistas tirasen desde las ventanas. La artillería cumplió este propósito, pero no pudo demoler los muros; las paredes eran muy fuertes para esto. Dos de nuestros hombres fueron heridos al acercarnos al edificio y tres tuvieron que llevarles al puesto de socorro. Solo quedamos cinco. Cinco éramos suficientes. Cada uno tomó una botella de nitroglicerina, escogió una ventana y cada botella entró en la casa, explotando dentro con terribles llamas. Tuvimos que ir dos veces más para traer más botellas. Luego cogimos un bidón de gasolina con una mecha y esperamos a que explotase. Esto terminó el juego. Al volver encontramos cientos de soldados que estaban en la colina, observando con entusiasmo el barrido que hicimos de los fascistas, de su fortaleza, que nos salvó la vida de tantos camaradas. El edificio ardió durante toda la noche…

Fortín cercano a la estación

Fortín cercano a la estación

 

Todavía quedaba la iglesia. Nuestra artillería siguió haciendo fuego, tocándola muchas veces. Los Dimitrovs que habían limpiado las calles que conducían a la iglesia por el lado izquierdo, y los Lincoln-Washington que habían hecho lo mismo por el lado derecho, se unían ahora y parcialmente rodeaban la iglesia, guardando todas las salidas cubiertas por el fuego. Max Schwartzberg, correo de la compañía de ametralladoras (herido luego en Belchite) emplazó su ametralladora en un terraplén a 100 metros manejándolo el solo. Uno de los lados de la iglesia no pudo ser cubierto pues era demasiado expuesto. La iglesia tenía una puerta por ese lado y muchos fascistas escaparon por allí. Mientras nosotros cubríamos con el fuego, los Dimitrovs rompieron la puerta de la iglesia con una viga. Los fascistas abrieron fuego inmediatamente y empezaron a lanzar granadas contra nosotros. Nos echamos a un lado, fuera del alcance del fuego directo y entonces nos desquitamos.

Cogimos haces de heno y los echamos dentro de la iglesia, lanzando granadas sobre ellos para que ardiesen. Pasó mucho tiempo antes de que pudiéramos conseguirlo. Entre tanto, otro grupo se había acercado a la Iglesia por donde había una pequeña ventana. Algunos fascistas estaban tratando de salir por allí. Pero comprendiendo la inutilidad de su esfuerzo, y su situación, empezaron a rendirse, tomando 75 prisioneros a través de esta pequeña ventana solamente. A uno de los fascistas, que tenía la mano cortada por la muñeca, y sangraba copiosamente, le hicimos la primera cura y le aplicamos un torniquete.

Continuamos nuestro fuego y los fascistas, comprendiendo que estaban completamente rodeados, se rindieron a excepción de algunos oficiales. Carlistas, falangistas, guardias civiles, y jóvenes reclutas, fueron alineados. Muchos de ellos estaban gravemente heridos, muchos poseídos de terror. Pero los jóvenes reclutas estaban todos muy alegres y gritaban “Viva la República” y “Viva el Frente Popular”. Los reclutas eran antagonistas de sus oficiales. Nos contaban que los oficiales les hacían luchar obligándolos con la boca del cañón y que habían matado algunos antes de rendirse.

Durante el fuego, Milo Damiano y Radunovic trataron de dar la vuelta a la iglesia, para evitar que los fascistas escapasen por la puerta de atrás. Pero las balas les acechaban y fueron muertos juntamente con otros cuatro hombres; solo dos escaparon sin daño. Durante la noche, el Batallón español limpió enteramente la ciudad. Quinto era nuestro.

 

Brigadistas en Quinto

Brigadistas en Quinto

Prisioneros franquistas

Prisioneros franquistas

Tropas republicanas en Quinto

Tropas republicanas en Quinto

Tropas republicanas en Quinto

Tropas republicanas en Quinto

Tropas republicanas en Quinto

Tropas republicanas en Quinto