01 Ene El campo de prisioneros nº2 de L’Hospitalet de l’Infant
Un punto importante sobre la construcción de las fortificaciones del Coll de Balaguer fue el hecho de la mano de obra, donde tuvo un papel muy destacado el campo de prisioneros situado en L’Hospitalet de l’Infant[1].
A principios del año 1938, Ramon Tasis, director general de los Servicios Correccionales de Cataluña recibió la visita de un miembro de la secretaría del Ministerio de Gobernación, que le comunicó que había recibido el encargo de fortalecer diferentes puntos estratégicos en Cataluña (según el proyecto de fortificación de Vicente Rojo). Entre estos se encontraba el Coll de Balaguer, y se pensó en los reclusos de las cárceles catalanas como mano de obra para llevar a cabo estas fortificaciones. El Ministerio de Defensa Nacional republicano no dudó en ubicar en L’Hospitalet de l’Infant el campo de trabajo nº2, aprovechando de esta manera la mano de obra de los reclusos internados en diferentes prisiones del territorio republicano para así construir las posiciones defensivas de Coll de Balaguer.
Los campos de trabajo de la República estaban dirigidos y organizados administrativamente por el Servicio de Investigación Militar, más conocido por sus siglas como SIM, bajo dependencia del Ministerio de Defensa. La dirección del campo se estructuraba a través de la gestión de una unidad administrativa, gestionada por el director del campo, designado libremente por el Ministro de Justicia. Este director se encontraba auxiliado por un subdirector y éste a su vez disponía de los jefes de destacamento y jefes de servicios, disponiéndose también con un numeroso grupo de vigilantes para controlar los reclusos. Siguiendo esta organización, el campo de trabajo nº2 estaría dirigido por Manuel Astorga, un comunista madrileño que terminó la guerra con el grado de coronel; mientras que el subdirector era el teniente Montroy, procedente del Cuerpo de la Guardia de Asalto. El resto de oficialidad y vigilantes junto con la masa de internos formaban el personal del campo de trabajo.
El primer grupo de reclusos del campo de trabajo nº2 llegó a L’Hospitalet de l’Infant a las 00:00 horas del día 14 de abril de 1938 en un tren de los llamados “borreguero”[2], procedentes del penal de San Miguel de los Reyes de Valencia. Este grupo lo formaban entre unos 700-800 prisioneros, la mayoría militares del bando sublevado hechos prisioneros en enero de 1938 en la Batalla de Teruel, así como también civiles de la misma población de Teruel, entre los que se encontraban numerosos clérigos. La llegada de los prisioneros fue tan prematura que aún no había nada construido del campo de trabajo y la dirección del mismo decidió que los reclusos pasaran aquella primera noche en la plaza del pueblo, en la actual Plaza del Pou, como primer lugar de concentración para los presos recién llegados tras hacer la bajada por la calle de la Estación. La plaza sería bien custodiada por los guardianes situados en todas las esquinas y muy bien armados con armas automáticas. El director del campo, Manuel Astorga Vayo, uniformado, armado y rodeado por seis guardias bien armados con fusiles ametralladores los recibió con una arenga donde informó a los presos de que aquella noche la pasarían allí al no tener nada preparado todavía, y les prometía un buen trato, dignidad y libertad a los reclusos, aunque estas tres promesas no fueron cumplidas nunca. Los presos en cambio pasaron la noche, el día siguiente y la noche correspondiente en la misma plaza[3].
El SIM situó el campo de trabajo en una finca rústica propiedad de la iglesia del pueblo, llamada “el Garroferal”, situándose esta finca tal como el nombre indicaba en un terreno lleno de algarrobos así como también de olivos, junto a la playa y de la carretera. El campo de trabajo se encontraba delimitado entre el mar, la calle de las Barcas, el río Llastres, la Vía Augusta y la calle del Mar.
El terreno se tuvo que explanar, se construyeron trincheras, letrinas y muros, de los que aún quedan algunos, y se rodeó los límites del campo con alambre para evitar fugas. Todas estas construcciones fueron realizadas por los mismos presos, así como los agujeros que tuvieron que hacer en el suelo para descansar y para dormir, con una capacidad para 3 o 4 personas cada uno y sin techo.
El SIM también confiscó para uso administrativo y de control del campo las casas que quedaban dentro del perímetro del mismo, como era la casa de los Xacano, el cuartel de carabineros de la plaza de la Marina; la casa del comandante César Gimeno en la misma calle que actualmente lleva su nombre y que sirvió como lugar de mando para la dirección del campo, así como la casa de los Loscos en la calle del mismo nombre y que se utilizó como cocina.
Sobre la vida en el campo de trabajo, la jornada laboral se basaba en un régimen programado y cumplido al pie de la letra por parte de los reclusos, impuesto sin piedad por los guardianes, que si hacía falta utilizaban la fuerza sin miramiento. La jornada comenzaba a las seis de la mañana cuando se tocaba diana y a continuación se formaba y se hacía el recuento de prisioneros. Desayunaban e inmediatamente después se daba la orden de partir del campo hacia la zona de trabajo en las fortificaciones del Coll de Balaguer, cargados los reclusos con los picos y las palas. Al mediodía se volvía a formar para repartir la comida, reaunudando el trabajo una vez terminado éste hasta la hora que se daba la orden de cerrar y se volvía caminando hacia el campo, realizando un total de 12 kilómetros entre ida y vuelta . Una vez en el campo les era entregada la sopa y los presos se escondían en los agujeros para pasar la noche hasta el día siguiente.
Las condiciones laborales del campo se fueron endureciendo según avanzaban los días, debido a la rapidez que existía para acabar las fortificaciones lo antes posible. En ocasiones las salidas del campo para ir a trabajar se alargaban más de un día, llegando incluso a estar un máximo de cuarenta días seguidos fuera del campo de los que no se pudieron cambiar ni lavar en ninguna de las jornadas. Otro problema añadido era el tema de los parásitos, siendo este tan importante que incluso los guardianes tuvieron que cambiar un día de trabajo para llevarlos a la playa del mismo campo y bañarlos para sacar los parásitos, ya que el suplicio era tan grande que no podían trabajar de forma adecuada. Así por lo tanto y según estas duras condiciones de trabajo, muchos prisioneros murieron realizando las construcciones defensivas del Coll de Balaguer, siendo enterrados en una fosa situada donde actualmente se encuentra el acceso a la Central Nuclear Vandellós II.
Mapa de situación del campo de prisioneros
Pero aparte de las condiciones laborales, los presos también tuvieron que padecer los diversos casos de fusilamiento de reclusos sin juicio previo, siendo los sacerdotes o militares del bando sublevado los más perseguidos por esta práctica. Estos fusilamientos también podían ser actuaciones puntuales por los guardianes del SIM, que según Francisco Badia, eran de la CNT y que sin ningún tipo de miramiento mataban a todo aquel prisionero que encontraban rezando, con un rosario, etc … y eran enterrados en un hoyo que previamente había realizado la víctima, dentro del propio campo a la vista del resto de reclusos. También se hacían redadas de fusilamiento que se llevaban a cabo ante la tapia del cementerio de L’Hospitalet de l’Infant, que se encontraba situado en la actual escuela Mestral. En las noches se instauraba aún más el miedo, de tal forma que también se utilizaba para dar lecciones a los reclusos por si intentaban escapar. Los intentos de fuga eran pagados con la muerte y si pillaban nadando a algún interno para huir por mar, desde el cuartel de carabineros había emplazada una ametralladora, no dudando el guardián de turno en disparar una ráfaga para neutralizar la fuga. Otros factores de penuria que había en el campo era el hambre, la mala vestimenta y la ausencia de calzado, una vez se echaba a perder lo que tenían o los guardias les tomaban.
Por otra parte, el peor episodio que tuvieron que padecer tanto los reclusos como los componentes del campo fueron los diferentes bombardeos que tuvieron que sufrir por parte de la aviación franquista. Los peores ataques aéreos fueron los protagonizados durante los primeros días de agosto de 1938, en plena Batalla del Ebro, cuando la aviación italiana bombardeaba a menudo la población de L’Hospitlet de l’Infant en busca de los objetivos más estratégicos, como eran los depósitos de combustible y la estación de tren, ya que desde aquí se suministraba todo lo necesario hasta el Ebro a través de la carretera de Mora. Uno de estos bombardeos provocó el pánico dentro del campo ya que las bombas caerían todas dentro del recinto, provocando varios muertos, tanto de reclusos como de personal y guardias. El campo sólo tenía como sistema de alarma en caso de bombardeo la campana de la parroquia de L’Hospitalet de l’Infant que se encontraba colgada en un algarrobo, y el centinela de guardia le daba golpes para avisar a todo el personal del campo en caso de peligro. Por otra parte, en la zona del campo más cercana al mar, había unas timbas donde los pescadores tenían agujeros para meter los utensilios de la pesca y que fueron aprovechados para excavar un refugio que unía dos agujeros con las timbas mencionadas. Este también fue utilizado por todos los estamentos de la dirección del campo y de los guardias en caso de bombardeo, pero no por los reclusos.
Estos bombardeos, sobre todo los que afectaba el campo de prisioneros de manera más directa, fue el detonante del traslado del campo a una ubicación más segura y no tanto expuesta a los ataques aéreos como era la ubicación de L’Hospitalet de l’Infant. Por este motivo, el campo fue trasladado a finales de agosto de 1938 hacia el interior, cercano a la carretera de Mora de Ebro y en una partida del término de Vandellòs, que se le llamaba según Francesc Badia “Mas Gemesies “. El traslado del campo supuso que los prisioneros se dedicaran a terminar de construir la pista militar de Gavadà, debiendo hacer aún más kilómetros para poder acabar las fortificaciones de Coll de Balaguer. Hay que añadir que la población de Tivissa ubicaba un campo auxiliar del campo de trabajo número 2, más pequeño, ubicado en unos bancales próximos al núcleo de Tivissa, siendo precisamente su función la de construir la pista militar de Gavadà. Este campo auxiliar estaba dirigido por el teniente Anastasio Sánchez-Monroy y los prisioneros todavía tendrían menos fortuna que en el otro campo por las duras condiciones impuestas.
Mapa de situación
En cambio esta nueva situación no duró mucho tiempo, ya que por las vicisitudes de la Batalla del Ebro que tenía lugar en la orilla derecha del río y a escasos kilómetros de esta nueva ubicación del campo, y también a que las obras de fortificación ya se encontraban casi completas, en septiembre de 1938 es aconsejó el traslado del campo de prisioneros hacia el Pirineo.
Finalmente, el 23 de septiembre de 1938 y de forma simultánea se trasladó el campo de trabajo nº2 totalmente, o sea tanto el emplazamiento establecido en Mas Gemesies como el de Tivissa. La nueva ubicación fue Montferrer, en el Pirineo, donde los prisioneros terminaron su periplo por Cataluña con el frío del invierno, las condiciones durísimas del desplazamiento durante la retirada, las ejecuciones sumarias y el paso de la frontera a principios de 1939.
En el país vecino, en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer en el sur de Francia fue donde terminaron muchos de los refugiados de la Guerra Civil a principios de 1939. Fue precisamente en ese campo donde los personajes que habían causado tanto sufrimiento y muerte en el campo de trabajo nº2 de L’Hospitalet de l’Infant, el capitán Astorga y el teniente Monroy, serían reconocidos por los prisioneros de su mismo campo que dirigieron durante 1938. Aunque estos intentarían esconderse, no pudieron desaparecer de sus perseguidores y tendrían también un trágico final para los que en su día sufrieron sus directrices ordenadas desde el chalet requisado del comandante César Gimeno, desde L’Hospitalet de l’Infant.
[1] Ver: TEJERO, Alfons. Inventari de les restes arqueològiques i històriques de la Plana del Coll de Balaguer., Pàg. 90-91; BADIA, Francesc. Els camps de treball a Catalunya durant la guerra civil (1936 – 1939). Barcelona. Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2001, Pàgines 101-186.
[2] Un tren “borreguero” era el nombre popular en aquellos trenes que su función era llevar animales pero que se utilizó sin ningún tipo de adaptación para llevar a personas, de una forma masificada y sin ningún tipo de comodidad.
[3] El discurso entero sería este, extraído de Pamplona, Clemente. Nº163 Prisioneros de Teruel. Publicaciones españolas. O’Donell Madrid. 1957:“Camaradas: De parte del Gobierno de la República, a quien, aunque muy indigno, represento en estos momentos, os doy mi más cordial bienvenida. Venís a fortificar la hermosa tierra catalana. El invencible ejército del pueblo conquistará para vosotros, muy en breve, las tierras aragonesas y ya que muchos de vosotros sois de allí podréis volver a vuestras cases saqueadas hoy por el fascismo. Os daremos muy pronto la libertad; libertad que debéis merecer por vuestro trabajo y buen comportamiento. Aquí se os tratará con toda humanidad. Todos somos españoles y por consiguiente todos tenemos los mismos derechos y por ende los mismos deberes. Por consiguiente, a portaros bien y que mis guardias estén siempre contentos de vosotros. Antes de separarme – que es muy tarde – gritad con todo el fervor republicano de que sois capaces: ¡Viva la República! ¡Abajo el fascismo!”. Acaba diciendo: “Como no tenemos nada preparado, por esta noche dormiréis en esta plaza, más adelante miraremos de arreglar algo mejor”.